Después de unos cuantos miles de quilómetros en coche y de echar en falta el mar (pues justo habíamos cruzado el interior), encontré una de las carreteras más bonitas que he conducido nunca, la "cote" norte de Francia.
Pasan los meses, pero hay algo surreal en ese paisaje que no consigo quitarme de la cabeza.
Este es uno de los lugares que más me ha sorprendido porque simplemente apareció, no nos lo esperábamos. Por eso me es un poco difícil situarlo, aunque no creo que tengáis problema en encontrarlo porque está en la carretera que va a Calais, muy cerquita de la misma ciudad.
El paisaje y las vistas como podéis apreciar en las fotos son increíbles, aunque hacía un poco de frío, era febrero, la verdad es que se estaba muy bien y el ambiente te daba una paz y una serenidad brutales a pesar de que el mar estuviera un poco revuelto, Tal vez influya el hecho de que a mí me gustan mucho este tipo de paisajes: acantilados, el mar revuelto, niebla,...muy romántico si lo piensas.